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lunes, 25 de agosto de 2014

PRIMERA CARTA

Querida Amada Mía.

Descubro que todos los días aparecen lágrimas en mis mejillas y en cada gota hay una distancia que se marcó desde otrora.

Seguí los pasos de mis dudas, me hice credo en cada anuncio y avisé que no habría más notas después que la mañana se pintó de gris.

Tus ojos son mi lucero y tu voz mi guía matutina, los pájaros se han dejado ver como los mensajeros del amor y el te quedas una vez más titubea entre las palabras tercas de la esperanza.

No quiero ser tu fuero ni tu caminar, no quiero ser la amalgama que se queda después de las horas prestadas y las vencidas, no quiero ser el otro que jamás aparece.

Dejo entre líneas que te amo más allá de lo que alguna vez pensaste, más allá de las cenizas esparcidas entre las carreteras polvorientas y más allá del cobijo que le hace el sol a la tierra.

Me despido hoy con la tinta en la mano y la copa vacía, con el resultado de las ganas que te tuve y la impávida demostración de quien se sumerge entre roedores.

Cuídate y baila al son de los jilgueros, que siempre estarán prestos para ti en su tonada mayor.


Para siempre


Tu amado.

domingo, 10 de agosto de 2014

ESCRITO DOS (2)

Debió de ser una vez más aquella noche, pero no fue así, la torpe sensación de verme frente a su rostro taciturno y plegado de noticias infernales producto de los residuos de la guerra, dejaron para otra ocasión los abrazos y los besos que había guardado.

Un letrero en la pared del edifico era la señal de entrada, un balón que se paseó por el pasillo del cuarto piso acusaba la presencia de menores, un silbato en el cuarto 203, aseguraba que el presidente estaba en la televisión anunciando un nuevo impuesto.

Me dijo ayer que no era el momento para empezar, que el vómito de la madrugada era solo producto de la cerveza que se había tomado sin haber comido, que las luces de colores no eran el anuncio de unos visitantes de otro planeta.

Mis dientes chirrearon toda la noche, la silla de la sala esperó que viniera la soledad y le acompañara, el vaso sobre la mesa con las gotas de vino aun deslizándose, era el fiel testigo de cómo los recuerdos se colaban por la puerta.

Un lápiz y un papel se buscaron incesantes toda la tarde, una nariz estrenaba figura y unos ojos cansados, añoraban esos días donde a las seis en punto, una sábana le invitaba a que se cerraran, milagros eran los sucesos de la misa que el Padre José celebró ese Jueves.

-         -  No corran, no corran, ya llegó el muerto, gritaba desde su puerta doña Isabel.

Todo el pueblo estaba inquieto por la llegada de don Jeremías, que había salido desde el Viernes en horas de la mañana y hoy domingo después de los anuncios en la televisora, ha aparecido de nuevo, con la ropa bien planchada y oliendo a perfume de rosas de jardín húmedo.

La cena seguía caliente, el té de la cinco tendrá que aguardar hasta mañana, las medias en la ventana y la camisa en el tendedero, son la muestra que el desorden de Miguel no era cuento de ayer, las voces del sepulturero y  el pandebono recién salido del horno, eran lo fresco del día.

Una camándula colgaba encima de la cama de los esposos Rodríguez, una niña que sentada en la cama procuraba que la tía Clementina no se demorara para contar la historia, el perro de don Carlos vuelve a ladrar, mientras en la radio suena una canción de Gardel.

Unas gotas de lluvia hacen su visita, las hojas secas del patio de la casa cural agradecen al Altísimo, el silencio se apodera por un momento del cuarto de los Rodríguez y en la escalera, una escena de novela se pinta como inicio de una noche de vals: un – dos, un – dos – tres.

La tomé de la mano, sentí que mi corazón se aceleró en quinta, la rosa que había cortado ayer, ya no tenía pétalos, el poema escrito para la primera vez, ya tenía matices, hojas de color amarillento, tinta corrida y palabras desvocalizadas.


Sumaré los minutos que en otrora resté a los días donde no descansé, para que hoy que deseo estar contigo, lleguen las mieles del deseo cargadas de besos y caricias y así, con la juventud que me queda, sentir que mañana no es tarde.

Roxanne