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miércoles, 3 de agosto de 2016

UN DÍA EN EL PARAÍSO


Unos árboles formando el arco de la libertad y del amor, nos reciben mientras  las llantas de un coche devoran el asfalto que conduce al paraíso, el viento producido por la velocidad y el deseo, mueven su cabello, mientras su mano y la mía se entrelazan en una descarga de pasión, nuestros ojos se encuentran y la llamada al primer beso de los dos no se hizo esperar.


Un tiempo propicio, una propuesta aceptada, una sonrisa delineada, su cabeza en mi pecho y mi ternura ofrecida en todo su esplendor; un TE AMO nos envolvía, una diferencia olvidada, otra locura sumada  y entre palabra y palabra, una coqueta insinuación, un blue jean adherido a sus caderas y a su oído mi susurro de amor, cargado de ilusiones, de sueños, mientras las caricias se asoman como un canto nupcial.


En el jardín, rosa rojas, blancas y amarillas, una tranquilidad nos atrapa, en las gradas una foto para la posteridad, una época antigua que sigue viva, una agua cristalina que en su roce produce un sonido celestial, unos árboles con historias grabadas, unos pájaros trinando versos de don Jorge y entre plantas y cascadas, un lugar escondido perfecto para que los dos dejáramos nuestra huella en esta historia de amor en la tierra de María.

Una cama del siglo pasado tendida con sábanas blancas, un cuadro del Sagrado Corazón y en el baúl, los relatos de las horas que se usaron entre viajes y dolores, entre promesas registradas en paráfrasis: “espérame Amada Mía con el olor de los jazmines” y un  “no demores Amado Mío que mis labios claman por ti”, un canto con el alba de las cinco, en los pasillos entre las bancas solo esperaba oír tu voz y en una vasija de barro, mezclamos tu nombre con el mío.



Hicimos el amor en la piedra de los juramentos, pisamos el césped de la tentación, rompimos el molde de la cena a las dos, volamos en el mágico mundo de la imaginación, mordimos nuestros labios como cerezas recién cogidas y desnudamos nuestros impulsos a la no menos sensual escena donde mis manos se posan en tus senos y tus manos se posan en mis glúteos, sintiéndonos cada vez más compenetrados, donde no existe el dos – solo el uno.

El viento sopló fuerte y la tarde poco a poco se va, nuestros besos suben de temperatura y en el rincón escondido, con el olor a hierba fresca y el sonido del agua entre las rocas, sellamos este día de amor con mi falo en tu boca, mis dedos en el monte Venus, segundo a segundo nuestros cuerpos destilando pasión y terminamos con mis manos en tus gemelas y mi semen como tu néctar preferido, así fue nuestro día en el paraíso, donde vivimos el amor como solo tú y yo sabemos.


Roxanne
(Gustavo Gómez Reyes)