Las verdades de un sueño crecen
en las postrimerías donde la razón cuece nueces y donde la vergüenza de
llamarse hijo natural parece un caso de epidemia.
No sé si el vómito producido por
la nostalgia de saber que los días de ayer fueron el paraíso y que los de hoy
son una cueva donde el credo de la verdad aparece como cenicienta vestida de
madrugada, hacen de la amistad un cenicero donde las canicas de cristal juegan
su última partida.
Me bailaré un vals, tocaré en la
filarmónica de tu corazón, dejaré sonar los timbales de la razón y hallaré un
viento donde las hojas de color rosa se enreden entre las cuerdas tendidas en
los patios de la vecina que asomada en la cerca, comentó un tercio de los
credos.
Soñé con la tigresa de la
estupidez, la misma que vino a verme cuando el día de la primera vez, fue una
letra puesta en el escenario, los trajes del coro se rompieron y las botas del
capitán, si del capitán, se lustraron para brillar como nunca antes.
Las risas se pegaron en los
muebles, las manos tomaron un lápiz y dibujaron la última escena en el
mostrador, los pies cansados se llenaron de fortaleza para dar el siguiente
paso y el perro que ladraba en la esquina, mordió el pedazo de pan que se le
cayó a doña Azucena.
Un día de tantos ires y venires,
la magia del circense daba la vuelta en el barrio, los niños y las niñas que
iban a la escuela, se frenaron en la acera cuando el ratón de la carnicería les
asustó.
Un bebé en la cuna daba su llanto
de la seis, el pecho de Susana está tan lleno que el apetito de don José,
parece tener remedio y la mesa puesta para el desayuno, ve como el humo del café
caliente, se va por la ventana rumbo a la estación.
Se cuela el chisme de la noche,
doña Pepa, doña Treme, doña Juana y hasta don Miguel, hablan del porque el
reloj de la parroquia se paró en punto de las diez, justo la hora en que se oyó
un disparo por los lados de la plaza de mercado.
La sangre se adhiere al asfalto,
las lágrimas de los familiares y el comentario de los curiosos se mezclan entre
sí, una taza de aromática, un automóvil se estaciona y la sirena hace un
recorrido en el espacio.
En la televisión un partido de
fútbol, unos gritos en el cuarto, el resumen de la noticia del día se oye de
nuevo como comentario mientras de nuevo Susana hace mover sus pechos frente la
mirada angustiada de quienes entre pausa y pausa, mueven su cuello para
oxigenar.
Una boca abierta, el color verde
puesto sobre un papel, el pastel del cumpleaños tiene dos velitas, unos vasos
sobre la mesa, las sillas esperan en fila a los invitados, una corbata mal puesta
y el dueño del bar solo hace una pregunta: ¿yo?
Me quedaré en la rivera mientras
el verano sigue su curso, las hojas se desploman y un beso que tanto se había
pedido, se niega de nuevo.
Buscaré mañana por otra salida,
que me lleve a la voluntad, que me lleve a ti.
Roxanne