CUERPOS VOLANDO
Las horas de la tarde esperaban por el
encuentro final, el encuentro que sellaría de una vez por todas la magia entre los
dos, entre tú y yo.
El viento se asomaba como fiel testigo de ese
nupcial momento donde unos cuerpos deseosos de estar juntos por fin iban a ver
realizado la amalgama en que la pasión y el deseo que estaba reservado para esas
épicas horas, para ese cruce de miradas y besos, fuera una realidad.
Una sábanas frescas, una música que describía
el segundo a segundo, una habitación decorada con los paisajes más eróticos, un
silencio que nos arropaba, unas miradas que se hacían más penetrantes y unas
caricias que dejaban ver la entrega que se vendrían, eran la periferia de ese
hoy.
Tu cuerpo de mujer, blancas colinas y muslos
blancos quedaron a la espera de ser poseídos por este cuerpo labriego, que
permitía que los pájaros que tenía en sus manos huyeran hacia ti, se escaparan,
para sentir si tanta belleza y magna maravilla de la creación eran realidad.
Empecé por besar tus labios, rodeé tu cuello y
tú como un jaboncito te ibas derritiendo entre mis brazos, tus protuberantes
caderas y tus firmes glúteos se preparaban para un derroche de pasión.
Con tu mirada me decías que te envolviera en
ese fuego vivo que mi piel emana y mi aliento se prende como un velo que rodea
tu cintura, mis dedos se enredan entre tus cabellos, la frescura de tus labios
humedece mi piel cansada por los años y se da inicio a lo más sublime entre nuestras carnes
blancas que se alza como aquél mármol de estatua desnuda a la máxima expresión
del amor jamás vivida.
Aún parados al lado de la cama, mis manos
bajaron hasta tus senos caldeados, mis pupilas se ampollaron en los vértigos de
tu esplendorosa figura, mis nervios recorrieron tu cuerpo como sensación única
de quien quiere subir a la montaña rusa, me recibes como al viento la vela, tu
olor se empieza a impregnar en mi piel y te empiezas a convertir en mi todo, en
mi única.
Quiero hacer un largo viaje desde tus pies
hasta tus caderas, llegar hasta esas colinas de color blanco y aureolas
rosaditas para luego descender por toda esa sabana hasta llegar al cráter rosa
de fuego humedecido que se encuentra en medio de tus dos cordilleras.
Eres esa hermosa mujer de dulzura joven, que
como polen recién transportado por el viento, te extiendes sobre las sábanas
blancas que esperan para empezar a arder, mi cuerpo bohemio se posa sobre el
tuyo, queriendo devorar el fruto ignoto que habías guardado para mí, el
movimiento cadencioso de nuestras caderas se amalgamaron de manera uniforme y
en un solo ritmo, se dio inicio a lo que suena como la sinfonía jamás tocada,
superando las maravillas de la naturaleza.
Se iluminó la habitación y con la gloria de
nuestra emoción celeste, se hacen una nuestras almas y nuestros cuerpos, la
sonrisa no se detiene y tus senos pegados a mi pecho, van siendo testigos de
cómo va entrando en tu cráter rosa, erecto el árbol de la felicidad y ese sueño
de ser mía y yo ser tuyo, ya dejó de ser una fantasía.
Mientras nos vamos fundiendo gota a gota, te
voy amando toda y entera, porque ese olor que es solo tuyo y que encontré para
mí, hacen que la claridad de mis ojos se reflejen en los taciturnos tuyos, y nuestros
labios trémulos se van encendiendo como llamarada en un apasionado beso,
mientras los gemidos de un ascenso se van apoderando de tu cuerpo, que empieza
a temblar, como un desdoblamiento de emociones.
Tus senos erectos y mis manos en tus muslos, tu
respiración agitada y nuestras gotas de sudor mezclándose sin parar, son el
complemento ideal mientras mi vibrador humano penetra una y otra vez tu carnosa
pulpa en un perfecto engranaje, con la posición perfecta, la inclinación debida,
logrando así que la sabia naturaleza nos reciba en la cúspide del amor.
Tu cuerpo y mi cuerpo se contorsionan en todas
las posiciones creídas y las que nos creamos, el sudor se convierte en el aroma
ofrecido para el amor, unos gemidos se hacen presentes, tu cuerpo tiembla, las
sábanas nos liberan para que juntos vivamos el volar, nuestras almas se
encuentran, miramos desde arriba como la pasión nos sostiene, un tú y un yo no
existe, solo un nosotros amalgamado mucho más allá donde ninguna pareja de
amantes ha llegado, tu mi potra, yo tu semental.
Nuestros cuerpos descienden sin dejar enfriar
el calor que sigue vivo, los corazones aún siguen acelerados, la habitación que
se hizo el templo de lo sagrado se ha vestido de colores llama, los espejos se
opacan y una sonrisa infinita desplazan a la Mona Lisa y en un cuadro de
Rembrandt el amor se pinta.
Vamos por más, deseo cuatro y por qué no cinco,
mis fuerzas y deseo se recargan como un fusil en ráfaga, tu deseo es el mismo
que tiene la vida de vencer a la muerte, las caricias no paran de rodearnos, tus
manos en mi bálano, las mías en tu carnosa pulpa y la pasión arde como lava de
volcán, la erección aparece de aquí y de allá, y de nuevo las flautas suenan
para ubicarnos una vez más en el edén.
Ahora si podríamos decir que conocemos nuestros
cuerpos en totalidad, porque un suave recorrido que haces con tus manos aceleran
mi ser en toda su esencia, qué placer poner mis dedos en tu clítoris y lograr
encontrar el punto exacto donde te sientes volar, que placer que tus manos
sientan el calor de mi falo y que un movimiento que invita a tu boca a
acariciarlo, logren que emane un delicioso maná de sabor a gloria que hace
poner en órbita tu excitación.
Hoy hasta un TE AMO se queda corto con toda la
mezcla de amor, pasión, deseo, locura y sexo fundidos en dos cuerpos que se
hicieron uno, para escribir la página dorada de una historia de dos amantes,
que enredados entre sábanas, moldearon sus nombres con sangre, sudor y
simiente.
Roxanne
(Gustavo Gómez Reyes)