Unos árboles formando el arco de
la libertad y del amor, nos reciben mientras
las llantas de un coche devoran el asfalto que conduce al paraíso, el
viento producido por la velocidad y el deseo, mueven su cabello, mientras su
mano y la mía se entrelazan en una descarga de pasión, nuestros ojos se
encuentran y la llamada al primer beso de los dos no se hizo esperar.
Un tiempo propicio, una propuesta
aceptada, una sonrisa delineada, su cabeza en mi pecho y mi ternura ofrecida en
todo su esplendor; un TE AMO nos
envolvía, una diferencia olvidada, otra locura sumada y entre palabra y palabra, una coqueta
insinuación, un blue jean adherido a sus caderas y a su oído mi susurro de amor,
cargado de ilusiones, de sueños, mientras las caricias se asoman como un canto
nupcial.
En el jardín, rosa rojas, blancas
y amarillas, una tranquilidad nos atrapa, en las gradas una foto para la posteridad,
una época antigua que sigue viva, una agua cristalina que en su roce produce un
sonido celestial, unos árboles con historias grabadas, unos pájaros trinando
versos de don Jorge y entre plantas y cascadas, un lugar escondido perfecto
para que los dos dejáramos nuestra huella en esta historia de amor en la tierra
de María.
Una cama del siglo pasado tendida
con sábanas blancas, un cuadro del Sagrado Corazón y en el baúl, los relatos de
las horas que se usaron entre viajes y dolores, entre promesas registradas en paráfrasis:
“espérame
Amada Mía con el olor de los jazmines” y un “no demores Amado Mío que mis labios claman
por ti”, un canto con el alba de las cinco, en los pasillos entre las
bancas solo esperaba oír tu voz y en una vasija de barro, mezclamos tu nombre con
el mío.
Hicimos el amor en la piedra de
los juramentos, pisamos el césped de la tentación, rompimos el molde de la cena
a las dos, volamos en el mágico mundo de la imaginación, mordimos nuestros
labios como cerezas recién cogidas y desnudamos nuestros impulsos a la no menos
sensual escena donde mis manos se posan en tus senos y tus manos se posan en
mis glúteos, sintiéndonos cada vez más compenetrados, donde no existe el dos –
solo el uno.
El viento sopló fuerte y la tarde
poco a poco se va, nuestros besos suben de temperatura y en el rincón escondido,
con el olor a hierba fresca y el sonido del agua entre las rocas, sellamos este
día de amor con mi falo en tu boca, mis dedos en el monte Venus, segundo a
segundo nuestros cuerpos destilando pasión y terminamos con mis manos en tus
gemelas y mi semen como tu néctar preferido, así fue nuestro día en el paraíso,
donde vivimos el amor como solo tú y yo sabemos.
Roxanne
(Gustavo Gómez Reyes)