Hoy Colombia se encuentra sumida en una
polaridad política, las banderas que exhiben los candidatos presidenciales,
tienen pendiendo de un hilo las decisiones de los votantes, quienes oyen,
“leen”, verborrean y “alardean” saber de cada una de los planteamientos
propuestos por los elegibles, quienes pretenden ganar adeptos en aras de
obtener la tan anhelada victoria al Palacio de Nariño.
Han pasado muchos días desde que cada uno
decidió convertirse en su imaginario como la salvación del país, sentarse con
sus asesores tratando de crear un plan de trabajo que tuviera todos los
ingredientes necesarios para construir un nuevo país, creando estrategias de
juego que fueran efectivas, eficaces y eficientes en post de conseguir el
premio mayor, llenando hojas de Excel con cifras que permitieran ajustar un
presupuesto y sobre todo, programar desayunos, almuerzos o cenas que tuvieran
un discurso convincente para que los líderes de otros partidos políticos se
adhirieran a su idea de país.
Días, semanas y meses, fueron consumidos horas
tras horas por el equipo de trabajo, consultas para medir el grado de
aceptación, plazas públicas abarrotadas escuchando sus discursos progresistas y
revolucionarios, poblaciones olvidadas que hoy se convierten en prioridad de
campaña; saludos, abrazos, bailes, risas y hasta probar platos típicos de las
regiones, se han convertido en un diario para estos personajes que el día de
mañana cuando obtengan lo peleado, olvidarán las rutas que los llevó a las más
alejadas poblaciones y más doloroso aún, se olvidarán de aquellas personas que
en un momento fueron protagonistas de la parodia y después del 17 de junio
volverán a ser: “la gente del olvido”.
Se tuvo en nuestro voto el hacer de Colombia un
país diferente, se tuvo en nuestra decisión cambiar el rumbo de la mentira, el
odio, la desazón, la intriga, los falsos positivos, la corrupción, la
demagogia, los carruseles de contrataciones, la inversión a la guerra, el
crecimiento de la delincuencia, la educación olvidada, la salud enferma, lo
social desprotegido; se tuvo el pasado 27 de mayo la oportunidad de escribir
una nueva historia en la política de nuestro país, solo que como resulta en la
mayoría de las veces, no dejamos de ser unos ignorantes criticones, seguimos
dando de comer a la impotencia de no saber elegir, seguimos bebiendo el mismo
licor en compañía de los extremos que desangran este país, seguimos siendo los
borregos que nunca aprendieron a leer, ni a escuchar y mucho menos a ser.
La Colombia libre, de sueños, trabajadora,
educada, humanizadora, humanizante, honesta, firme, decidida, emprendedora,
romántica, lógica, transformadora, incluyente, social, culta, ganadora y
progresista, se esfumó como el agua entre los dedos el pasado 27 de mayo cuando
no decidimos bien, cuando hemos dejado que los extremos sigan su curso
destructor azotando y acabando éste país de oro, cuando decidimos que las voces
arrieras y gallardas fueran silenciadas una vez más por la suprema ignorancia
de quienes no dejan de pararse en una esquina a despotricar siendo solo verbo
pasivo y pueril.
Hoy nos encontramos en un limbo, nos sacude la
duda: ¿cuál de los dos extremos es el menos malo para el bien del país? Y esa
es la pregunta que nos debemos hacer, porque lo que nos quedó después de la primera
vuelta en las elecciones presidenciales fueron los extremos y si aplicamos lo
que siempre se nos ha dicho: “los extremos son malos”, no podemos entonces
ahora decir que uno de los extremos va a ser el bueno, porque esa sería la peor
afirmación en estos momentos.
El próximo 17 de junio iremos una vez más a las
urnas y estaremos decidiendo con nuestro voto al candidato cuyas propuestas
sean las menos torpes, las menos engañosas, las menos manipuladoras, las que
menos atropellen al pueblo colombiano, porque aunque muchas de las ideas
planteadas por los “honorables” candidatos sean fútiles, habrán algunas que
serán las menos puñaleras y el elegido, será nuestro presidente número cinco
del siglo XXI.
Dos candidatos, tres opciones (porque el voto
en blanco es una opción, y aunque no incida en la votación, ya que no cuenta, si
servirá de termómetro para saber qué cantidad de colombianos no estuvimos de
acuerdo con la opción uno o con la opción dos) y millones de colombianos
decidiendo por una Colombia en paz, una Colombia transitable, una Colombia
trabajadora, una Colombia progresista, una Colombia con esperanza (que se ha
marchitado al saber el nombre de los dos finalistas).
Queda en manos de los colombianos tomar la
mejor decisión, votar esta vez de manera inteligente (ya que no lo hicimos en
la primera vuelta), elegir al de las ideas menos irreales, elegir el extremo
menos dañino, votar por el que de verdad sea un garante para: la protección del
medio ambiente, la gratuidad escolar y de calidad, tener unos maestros bien
pagos, exterminar la desigualdad, acabar
con la corrupción, sacar adelante a la Colombia en paz que tanto necesitamos,
el fortalecimiento de las Instituciones y el posicionamiento de Colombia ante
el mundo como una de las mejores naciones.
No es de negar que ya existen votos asegurados,
los de aquellos que tienen “amarrado” su voto por un color o una ideología sin
saber si el candidato es idóneo o no, los de aquellos que seguirán la “voz” de
la tradición, los de aquellos que lo cedieron por un favor, los de aquellos que
le pusieron precio a la conciencia ciudadana, los de aquellos que nos les
importa si el país sigue sin brújula o los de aquellos que nos les importa que
el país se siga desangrando, volviéndose un papis arrugado y sin identidad.
Y aquellos que no tienen nada seguro aún, los
exhorto a leer las propuestas, a que elijan al menos malo de los dos (si se
deciden por uno de los dos) o a que elijan (así no sea relevante el voto) por
la opción del voto en blanco. Así, si gana el voto en blanco en la urnas,
dejaremos una constancia en la historia de que si mañana éste país se estanca o
retrocede, quedará en nuestra conciencia que no fuimos parte de los ignorantes
que llevó nuestro país al abismo, así nos duela por patriotismo.
Sea cual sea nuestra decisión y nuestra
inclinación en las urnas, es un deber ciudadano (y hasta podría decir, una
obligación) salir a votar el próximo domingo 17 de junio, para que así tengamos
todo el derecho a exigir que quien vaya a gobernar, lo haga con el firme
convencimiento de que es un colombiano al que le duele la patria y que la
quiere ver progresar, y que si no lo hace, nos llenemos de valor y salgamos a
exigir su renuncia al cargo para el que fue elegido.
Y recuerda: “si no es el uno y si no es el
dos, el voto en blanco es tu opción”
Gustavo Gómez Reyes
(Roxanne)