PRIMERA CARTA
Querida Amada Mía.
Descubro que todos los días
aparecen lágrimas en mis mejillas y en cada gota hay una distancia que se marcó
desde otrora.
Seguí los pasos de mis dudas, me
hice credo en cada anuncio y avisé que no habría más notas después que la
mañana se pintó de gris.
Tus ojos son mi lucero y tu voz
mi guía matutina, los pájaros se han dejado ver como los mensajeros del amor y
el te quedas una vez más titubea entre las palabras tercas de la esperanza.
No quiero ser tu fuero ni tu
caminar, no quiero ser la amalgama que se queda después de las horas prestadas
y las vencidas, no quiero ser el otro que jamás aparece.
Dejo entre líneas que te amo más
allá de lo que alguna vez pensaste, más allá de las cenizas esparcidas entre
las carreteras polvorientas y más allá del cobijo que le hace el sol a la
tierra.
Me despido hoy con la tinta en la
mano y la copa vacía, con el resultado de las ganas que te tuve y la impávida
demostración de quien se sumerge entre roedores.
Cuídate y baila al son de los
jilgueros, que siempre estarán prestos para ti en su tonada mayor.
Para siempre
Tu amado.
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