LA SOLEDAD VESTIDA DE EMOCIÓN.
En las postrimerías de un encuentro con la razón y la duda que hace su aparición, llega el viento de la noche y cabalga entre los recuerdos de una suscitada armonía, que dejándose ver como la reencarnación de lo sublime, golpea el silencio y se viste de azul marino.
Hoy no quedan ganas de reír, las vacilaciones se cruzan con el amanecer, que entre las cinco y las seis, ha dejado el café en espera, la recolecta de la cosecha se aproxima y un volvámonos a ver se pinta como el más grande sueño.
Una palma se mece de occidente a oriente, las olas se llevan las piedras de la orilla para el fondo del mar, una fruta fresca se deja ver en un cuadro de Velásquez, unos zapatos viejos decoran la entrada de la casa de la vieja Sara, un trinar de los canarios, rompe el silencio que bien se contemplaba y que sumó.
No hay espacio para las reconciliaciones, el beso que ayer fuera tierno y majo, hoy solo es una hoja amarilla, que seca, vuela por los aires y dice adiós entre las miradas inquietas de quienes creen que la primavera no volverá, que la puesta del sol solo será letra de una canción.
De ahí a los sueños, de acá al amor, la pendiente del crucero se paraliza y el recorrido que en otrora dábamos cuando éramos más que solo dos, hoy solo queda en el retrato que nos tomamos, tú con tu traje blanco y de boleros, yo con mis tirantas de colores y zapatos recién lustrados.
Aunque la soledad merodea de un lado para el otro, la emoción de lo vivido no cesa, fueron muy gratos los abrazos y las caricias bajo la luna llena, con la brisa de mayo y el coqueteo permanente de quienes en su primera vez, cruzaron el océano del amor y fundieron para siempre en un caracol, su pasión.
Lic. Gustavo Gómez Reyes
(Roxanne)
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