Hoy la luna estaba más hermosa que ayer, el firmamento
se había vuelto cómplice de la majestuosidad de la luna, la ciudad estaba
vestida de gala, el paraíso era real, y un par de enamorados, dejaban volar por
un instante su amor, para que se contagiaran todos los presentes, para que la
magia se hiciera una y para que en ese entonces, solo llovieran abrazos y
caricias.
Todo empezó con un encuentro fuera de ahí, un voltear
de calles, una salida ligera de emociones, y un sonrisa plena en cada palabra,
mientras el silencio se iba haciendo presente entre los presentes, el agua mojó
las horas que se iban desapareciendo con el pasar de las manecillas y de la
puesta del sol.
Un pensar ligero y la decisión se tomó, una ruta
empinada y las miradas se centraban en el hermoso paisaje que se desnudaba al
devorarse los kilómetros, la entrada congestionada, cientos de miradas en el
escenario y un Cristo se erige como el testigo fiel de lo que se iba a
confesar.
La noche poco a poco hizo su aparición, el viento frío
con sus corrientes venía de un lado y de otro, su cabello libre se movía
seduciendo el espacio, la ciudad que desde los lejos se hacía presente, era la
primera invitada para un momento lleno de locura, deseo, romance y mucho amor.
Descendimos hasta donde la oscuridad podía permitirnos,
descendimos hasta donde el viento coqueteaba con nuestros cuerpos, descendimos
hasta donde la ciudad se hacía más hermosa, descendimos hasta el mismo
principio del amor, descendimos hasta donde las caricias se hacían palomas,
descendimos hasta donde los besos se hacían eternos, descendimos hasta donde
las miradas fueron un presente que superó un pasado y dejaba venir un venturoso
mañana.
El momento se fue haciendo único, todo se amalgamó de
tal forma que la sonrisa que ella siempre tiene, hiciera brillar el paraíso,
sus manos se extendieron hasta mi rostro, que necesitaba un eterno en ese
instante, sus palabras aparecieron tímidas, a veces frías, a veces cálidas, a
veces, como casi siempre, solo apareció el silencio.
Un primer beso rozado en la mejilla, dejaba ver que el
viento solo era un visitante; un segundo beso, dejaba ver que un deseo podía
asomarse; un tercer beso, selló las ganas de hacer de ese momento el más bello
jamás vivido entre los dos.
Poco a poco los minutos van apareciendo para torpedear
el fantástico inicio de una noche que se vistió con azucenas, que se rodeó de
deseo, que se llenó de intrépida conexión entre sus miradas y sus abrazos, que
bailó un vals por primera y única vez para los dos, que se lució con adornos simples
para hacer la entrada triunfal a la casa del amor, que tomó del día su luz y de
las fantasías, toda la energía necesaria para que ese breve instante, fuera el
más recordado, porque por fin ella, era ella en su plenitud, no había pasado,
no había miedos, no había sino ese momento para los dos.
Y de nuevo la belleza de la ciudad se contempló en
todo su esplendor, un titilar de luces y secretos, venían como ráfaga
envolvente para sellar un encuentro que se pintaba como el más puro y casto de
los sentimientos, porque para él, esa noche era propia de los dos y para ella,
él creía que era igual.
Unas estrellas vestidas de azul, con el credo de
cenicienta, se paseaban en el ancho espacio para ser testigas fieles de aquel
encuentro shakesperiano, que sin ser aduladores, podría ser, la versión más
corta y completa de “el sueño de una noche de verano” y porque no, el
complemento de una oda al amor de la canción “el amor”.
Para él ha sido lo más bello jamás vivido, para ella,
podría haber sido igual; para él, fue el encontrarse entre las mismas nubes y
el cielo, para ella, pudo haber sido igual; para él, fue el darse sin esperar,
para ella, a lo mejor fue igual; y él, por primera vez, sintió que ella era
ella, que no fue un ser lleno de pasados que no la dejaban ser libre en su
expresión del sentir, ni tampoco los miedos vacilantes que según ella, son los
causantes de que su amor no se de en plenitud; para él, el escucharle oír por
primera vez un recital de amor, fue un susurro que danzó en la más dulce de las
estaciones y que él esperó por tanto y tanto tiempo, que de pronto sea el
recital final.
Las miradas no dejan de hacer un repaso por los
rostros, las caricias se suavizan cada segundo con más intensidad, los besos se
avientan, y un corrientazo pasa por el cuerpo de él, que insinúa una noche
completa, pero se da cuenta que ella no es de osadía, y para no frustrar lo que
se había vivido, bastó con recordar que no habían más invitaciones que fueran a
recibir un NO.
El firmamento cada vez se despejaba más, la luna
estaba en plenitud para esa noche, la ciudad se compenetraba aún más, los
breves silencios eran propicios para un abrazo intenso, para un beso sin
restricciones, el frío viento que seguía en su faena no quería perderse un solo
instante de la vibración emocional que propasaba lo natural, el mágico lugar que
estaba vestido de colores y de un brillo especial, tomaron partida en ese
primer y único encuentro libre de tiempos, de pasados, de miedos y de dudas.
Él leyó alguna vez que “Nada es para siempre” y que
todo buen o mal momento tiene un principio y un final, que los ojos se cierran
y se abren sin cesar, que el corazón no va a dejar de palpitar, que los shows
de magia son breves y por ello son especiales y fantásticos, que la verdad ahí
pronunciada se quedaría en el recuerdo de que una vez se pudo vivir y sentir
como nunca se había sentido, que ella pudo por fin ser ella, así hubiese sido por
unos minutos, que sus besos fueron entrega libre, que sus caricias fueron
manantial de amor, que sus miradas fueron la proyección de esa luna cómplice de
los dos.
Un poema pasaba por su cabeza, una sonrisa le agradecía
por ese momento, él era consciente que como ese momento no habrán dos, por eso,
quiso plasmarlo sin dejar detalle, sin dejar un solo segundo por fuera, sin
dejar de vivir ese momento.
Gracias por cada segundo de éste
día,
Gracias por tu sonrisa y en
especial,
Gracias porque hoy te sentí como nunca
te había sentido
(Ah! Bueno, fue el efecto del frío)
Entonces gracias a los dos: a ti y
al frío.
Y como si la magia fuera un cupido, ella deja ver que
su emoción y su primera vez siendo ella, también tenían su encanto y su
Benedetti.
Gracias a ti mi cielo por esos
momentos
Tan bonitos que vivimos,
Gracias por regalarme tu calor,
Por darme tus besos,
Por ofrecerme tu amor,
Por ser ese gran motivo de
felicidad,
Amor y pasión.
Gracias por hacer que solo sea yo,
Por hacer que confíe en mí.
Gracias por permitirme vivir estos
tiempos contigo
Y por los que nos vendrán juntos.
Que sea la fuerza del amor
Quien nos una cada vez más.
Que sea el amor quien alimente más
este sentimiento.
Que sea el sentimiento que nos de vida.
Que sea la vida quien nos de los
días para estar juntos.
Que sea un juntos que nos dure toda
la vida. (N.G.)
La noche llega a su final y la realidad vuelve a su
normalidad, hoy el frío de la soledad se hace inclemente, su voz no está, su
mirada estará en otro lugar y con otros protagonistas, sus sonrisas no serán
para mí, sus caricias tendrán otro rostro y de sus besos no sabría decir.
Lo que sí sé, es que ese paraíso, por una noche, por
unos minutos, fue el más bello paraíso para los dos. Y en esa noche, hubo un TE
AMO real.
Roxanne
(Gustavo Gómez Reyes)
¡Magnifico escrito! Hace sentir que aquel día, el cielo se encontraba en su plenitud de encanto, la luna con su pomposa luz, la ciudad con su brillo radiante, el viento fusionado con el frió, las caricias con su descarga de amor, las miradas con el brillo de aquella luna, los besos con su deseo quien le da el paso a la pasión, los corazones conectados al mismo paso de sus latidos, las palabras revelando lo que se quería sentir, el sentimiento de Amor se da a conocer como el invitado especial de la noche; Aquella noche que inspiraba a soñar despierto, donde se dejó que el pensamiento divagara en imágenes de experiencias únicas. Sin embargo, estaban ahí en ese presente, solo para ellos dos, estaban ahí, arropados con el viento, en mirada de la luna, de una ciudad, con las ganas de apostarle a todo por seguir sintiendo y viendo por amor, estaban ahí, envueltos en un total deseo de amor único y donde todo eso hace ver de aquella, la más sublime y nunca noche olvidada.
ResponderEliminarHermoso comentario. Y si, en esa noche hubo mucha complicidad entre la luna, la noche, el frío de la noche, la belleza de la ciudad, el viento, los enamorados y el inmenso espacio, que envolvieron a los protagonistas y les hicieron vivir unas hermosas horas de amor.
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