Me vestí de nuevo para vernos
esta noche, para sentirme seguro que lo nuestro no será un breve instante, para
tomarme un café y dejar pasar las horas, sentir el viento de las seis rozar mi
rostro y en la misma sintonía, acercarme a la posibilidad de que lo nuestro es
una canción escrita al lado del mar, con las estrellas como fieles testigos de
cada letra, de cada alegría, de cada suspiro.
El faro de la esquina titila y
las hojas secas del árbol que está al lado del parqueadero, se elevan sin rumbo
fijo, como las ideas de quien siente que la lluvia es una danza que se detiene
sin llevar fregadera y con las cenizas del sueño que se murió en la recámara
ésta mañana, cuando el autobús anunciaba su siguiente parada.
No hay una palabra aún
pronunciada, la regadera deja caer las gotas sin cesar, las tostadas están
pasadas de color, las noticias en la radio anuncian que habrá un buen sol, mi
corazón se ha colocado al lado donde hay calor, mis manos están frescas y mis
ojos llenos de timidez por cada silencio marcado en los rincones donde una vez
hubo amor.
Recojo el cuaderno donde escribí
mi último poema, lo leo de nuevo y una sonrisa ligera se dibuja como de quien
esconde su mañana, mis pies están ausentes, la señora del cuarto piso hace
sonar sus tacones recién comprados, las tetas de doña Berenice están expuestas
en la ventana y don Miguel, que no se esconde de nada, deja caer la baba como
símbolo de su idiotez.
El pájaro amigo, el que me
recuerda mis primeros años en la escuela, deja caer su excremento en la cabeza
de don Fermín, la escoba de doña Silvia, barre por enésima vez las escaleras,
la voz chillona de la niña que aún no madura, retumba en las paredes de los
apartamentos y genera tal descontento, que los perros y gatos, deciden irse al
parque de al lado.
Son las nueve en punto, el café
está frío, miro al firmamento y una nube con figura de ángel, baila al son de
mis recuerdos, la canción recién dedicada suena en la radio, un lápiz de color
rueda por el piso y las lágrimas que se habían aquilatado, aparecen al lado de
la cama, donde aún las cobijas, están sin tender y la toalla, aún conserva la
humedad del baño de las seis.
Son ya varios meses con tus besos en mis labios, con tu mirada en mis ires, con tu sonrisa en mi legado, con tus abrazos en mi piel, con tus caricias en mi interior y con cada palabra TE AMO en los bordes de mi corazón, son tantas líneas escritas entre un te espero y mañana volveré, son tantas tardes deseando que la banca siga ahí y que el que te quedes sea un definitivo no partir.
A lo mejor solo sea yo quien ame aquí entre los dos, a lo mejor mis fantasías sean solo una burla entre tu pasado y mi sentir, más el taciturno refugio de lo vivido, seguirá adornándose para la fiesta de mi santo, y entre las caracolas y el beber una cerveza, pasan los ecos de la guerra de indiferencia que me declaraste ayer, cuando aún las mariposas revolotean por ti.
A lo mejor solo sea yo quien ame aquí entre los dos, a lo mejor mis fantasías sean solo una burla entre tu pasado y mi sentir, más el taciturno refugio de lo vivido, seguirá adornándose para la fiesta de mi santo, y entre las caracolas y el beber una cerveza, pasan los ecos de la guerra de indiferencia que me declaraste ayer, cuando aún las mariposas revolotean por ti.
Dime que el viento sopla a
nuestro favor y que el daño que me causaste, solo es fruto de tu estúpida
inmadurez, que la luna no es un queso, que la duda es una oportunidad, que mis
besos si te encantan, que la noche es nuestra cómplice, que nuestro hoy es un
todo y que el mañana aunque no exista, es nuestra más bella realidad.
Roxanne
(Gustavo Gómez Reyes)