Es una noche más, el silencio ha
vuelto a las calles y se ha tornado pálido el colorido mundo de la inocencia,
ese que recorría las esquinas y se paseaba por los pasillos de las viejas casas
donde vivieron durante corto tiempo en este mundo infame y cruel, que nos les
dio más minutos para que lo descubrieran.
Un día que pintaba de alegría,
donde el sol hacía su compañía rutinaria, las palmeras se meceaban de lado a
lado, las imponentes aves se paseaban como reinas triunfantes y un sueño, que
se montaría sobre ruedas y que aceleró
por unas avenidas, se encontró con un escenario no sagrado, donde un acento
pronunciado, avisó un encuentro celestial.
Los ojos brillaban, las risas
inundaron el angosto espacio de un autobús, las sillas cargaban con la energía
infante, las ventanas dejaban ver rostros angelicales que se mezclaban con un
verde esperanza, con un blanco paz, con un rojo pasión, con un amarillo picante
y un azul del cielo alegre.
Las voces se cruzaban con los
gritos callejeros, un olor a gasolina, la imprudencia de un inconsciente, la
irresponsabilidad de un dueño y la no aceptación de un pastor que se hace
víctima, se confundieron con la pureza de los años vírgenes de unos niños que
solo querían vivir una experiencia más y no la última.
Un país se asombra pero sigue al
margen, parece que las lágrimas de las madres que han perdido sus vidas no dolieran,
parece que los relatos de los sobrevivientes no fuera suficiente para generar
un movimiento en post de recuperar la capacidad de asombro, ese que nos
despierte de letargo en el que permanecemos mientras sus almas van al cielo.
¿Qué se necesita para que nos
sacudamos y digamos no más torpezas de unos animales al volante?, ¿qué estamos
esperando para que en nuestro país el valor de la vida sea algo invaluable y de
precio único?, ¿cuánto muertos más se deben enterrar, para que tomemos
conciencia que éste tipo de accidentes no pueden volver a pasar?
Hoy tenemos unos angelitos cuidando
nuestro país, hoy tenemos unos intercesores que velaran porque la ruta de la
paz se encuentre sin tropiezos, hoy hay un por qué dando vueltas a la espera de
que exista una política única en pro de la vida humana, hoy hay un motivo para
que nos hagamos llamar colombianos y repudiemos la muerte de los inocentes
críos.
Que no se callen las voces de los
que no queremos ver más desastres, que no se apaguen las velas de los que reclamamos
justicia, que no dejen de ondear las banderas blancas propias de la
indignación, que exista un pare para las atrocidades, que haya un dolor
compartido, que las llamas de Fundación sean un aprendizaje para no repetir.
Hoy fueron treinta y tres los
inocentes, y ¿mañana?
¡Es hora de que el viento sople a favor de quien no los representa!
Lic Gustavo Gómez Reyes
Imágenes: El Colombiano, Caracol Radio, Blu Radio, Teletica
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