Poco a poco se acercan las grandes fiestas de
este mes, fiestas que nos harán recordar que vale la pena seguir apostando por
vivir en unión familiar, por vivir en Gracia con las bendiciones que el Dios
Altísimo nos ofrece a través de su palabra.
Más allá de lo que pueda representar un detalle
envuelto en el más caro de los papeles, más allá de lo que pueda costar una
cena el 24, más allá de lo bello que se vea un árbol de navidad decorado con
las bolitas y las luces compradas en importación, más allá de la botella de
vino añejada y una casa recién lavada, está lo que representa volver a sentir
la presencia del recién nacido de Belén en nuestros corazones.
Una novena se prepara para que en cada día,
nosotros como hijos de Dios, recordemos que una humilde mujer decidió aceptar
la magna tarea de ser la madre del Salvador, que un hombre sencillo y
trabajador, decidió acompañar a esta joven mujer en su trajinar por el mundo
buscando albergue y que una humanidad vacilante esperaba con ansia que el día
señalado llegara después de tantos años de espera.
Los villancicos suenan sin parar y desde mucho
antes de empezar la novena, una música “extraña” (melorengue) se oye en las
estaciones de radio mientras en las casas la hecha de la natilla se da por
montones, los buñuelos y otros acompañantes para crear el plato navideño, las
decoraciones no se dejan esperar, el verde se mezcla con el rojo y unos moños
con unos bastones, hacen su aparición en grande para que un señor vestido de
rojo y con una espesa barba blanca se “robe” el protagonismo de la fecha.
Muchas actividades merodean por todas partes:
“palito en boca”, “amigo secreto”, “si – no” y otras tantas que alegran y
permite que haya más acercamiento entre todos, la compra de obsequios, un
marrano relleno, la carne amarrada para ser asada, la ensalada en punto de la
mayonesa, un vino se sirve y las risas van de rincón en rincón adueñándose de
cada espacio que pueda para hacer feliz a todos los presentes.
Llega Navidad y con ella la esperanza de que
todo lo que viene será mucho mejor que lo vivido, que el amor y la ventura
estará con cada uno de nosotros, que el ejercicio de la abrazoterapia será el
más practicado y que las caricias y los besos serán el postre que más queremos
probar cada día de esta festividades.
Que la pólvora no sea la protagonista nefasta,
que la envidia, el odio y el rencor sumado a todos los antivalores,
desaparezcan de nuestros corazones, que el compartir y la ternura sean las
acompañantes permanentes en nuestras celebraciones, que la espera del Mesías
sea nuestro gran motivo para estar unidos y con la alegría de estos días.
Deseamos tanto que la Navidad llegue para poder
expresar todos los sentimientos que no dejamos aflorar el resto de los meses,
que las bendiciones derramadas cubran a todas las personas de éste mundo y
sobre todo, que la luz Divina del Niño que nace en el portal de Belén, ilumine
nuestros pasos por todos los caminos que debemos recorrer.
Lic. Gustavo
Gómez Reyes
¡FELIZ NAVIDAD!
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