Con el solo pensar que la tarde
no tendrá tu sabor, que los pájaros han decido quedarse en las ramas y no
volar; con el sentir que la lluvia de noviembre es solo un espejismo; con el
descubrir que el viento de las seis es una onomatopeya entre el silencio y el
recuerdo; con el encontrarme entre los días donde una vez te besé y lo dejé en un
cuadro que aún no termino, me queda la sensación que lo sublime es una gota de
fe entre los dos.
Tu sonrisa al viento es una
invitación a un despertar entre el besarnos o el quedarnos contemplando las
aguas cristalinas que se emergen como
lirio de mayo; tu mirada tímida es la búsqueda permanente de esa inquebrantable
pero dolida esperanza que se asoma por debajo de la mesa y sin dejar caer la
nostalgia que se llena de ti en toda su plenitud; tus palabras son el eco de lo
sagrado, de lo que se viste de color celestial y entra triunfante en la
habitación del amor.
El tiempo que se cuela entre las
dudas y lo seguro, se llena de voluntad para hacer su mejor presentación, la tristeza
se hace presente entre las pisadas del pasado que ha dejado huellas en los
presentes, la necesidad de querer tener un nombre en la pared de los inmortales
es una exigencia de los necios y el poder llamado SABER, se esconde entre los
rincones de los libros que aún se conservan entre el frío y el olvido
Desnudo cada letra de lo que en
otrora se escribió y sirvió de telonero para las premisas que aguardaban por el
abrazo, levanto la mirada al jardín de azucenas que se conserva después del
atentado ocurrido por tu sequedad y tus caprichos, acaricio el borde de tus
recuerdos que se han quedado entre un sí y un no sé, que desde las cuerdas del
patio llaman incesante y pidiendo a gritos por una cura para el dolor del alma.
Las sábanas son el fiel testigo de
las noches de pasión donde el sudor corría por entre los poros, son el fiel
testigo de las promesas hechas entre las nueve y las doce, son el fiel testigo
de las sombras que se cubrieron de cenizas doradas y son el fiel testigo de la
lluvia que empañó las ventanas mientras el sexo se adhería a las paredes del
cuarto de un motel que tenía aromas de manzano, de fresa y de ella, en su
estado natural.
La televisión anuncia una
estampida de genes, la música en la radio suaviza el panorama y deja que la
seducción del bohemio tenga su cuarto de hora, la cerveza en la mano y una
mentira leída en un momento crucial, despiden el sentimiento que una vez
existió, una lágrima rueda por si acaso la tercera es mejor que la segunda y en
la cabeza vuelven como ráfagas los sonidos del amor, que en el día de un sí
hicieron crecer a la inspiración.
Déjame sentir que nace de nuevo
el sueño y que los pitazos de un te vas, son solo los llantos del crío que
acaba de nacer, que la sangre que corre, no es otra cosa que la palabra mal
pronunciada, que el poema que una vez te escribí reclama a su musa y que mis
ojos que una vez fueron tu encanto, reclaman por ser hoy tu canto espiritual;
no dejes que las páginas de éste libro se arranquen para empezar a volar y que
las letras eclécticas se organicen en este adiós, en este final.
Roxanne
(Gustavo Gómez Reyes)
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