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lunes, 11 de junio de 2018

Y SI NO ES EL UNO Y SI NO ES EL DOS, EL VOTO EN BLANCO ES TU OPCIÓN

Hoy Colombia se encuentra sumida en una polaridad política, las banderas que exhiben los candidatos presidenciales, tienen pendiendo de un hilo las decisiones de los votantes, quienes oyen, “leen”, verborrean y “alardean” saber de cada una de los planteamientos propuestos por los elegibles, quienes pretenden ganar adeptos en aras de obtener la tan anhelada victoria al Palacio de Nariño.

Han pasado muchos días desde que cada uno decidió convertirse en su imaginario como la salvación del país, sentarse con sus asesores tratando de crear un plan de trabajo que tuviera todos los ingredientes necesarios para construir un nuevo país, creando estrategias de juego que fueran efectivas, eficaces y eficientes en post de conseguir el premio mayor, llenando hojas de Excel con cifras que permitieran ajustar un presupuesto y sobre todo, programar desayunos, almuerzos o cenas que tuvieran un discurso convincente para que los líderes de otros partidos políticos se adhirieran a su idea de país.

Días, semanas y meses, fueron consumidos horas tras horas por el equipo de trabajo, consultas para medir el grado de aceptación, plazas públicas abarrotadas escuchando sus discursos progresistas y revolucionarios, poblaciones olvidadas que hoy se convierten en prioridad de campaña; saludos, abrazos, bailes, risas y hasta probar platos típicos de las regiones, se han convertido en un diario para estos personajes que el día de mañana cuando obtengan lo peleado, olvidarán las rutas que los llevó a las más alejadas poblaciones y más doloroso aún, se olvidarán de aquellas personas que en un momento fueron protagonistas de la parodia y después del 17 de junio volverán a ser: “la gente del olvido”.

Se tuvo en nuestro voto el hacer de Colombia un país diferente, se tuvo en nuestra decisión cambiar el rumbo de la mentira, el odio, la desazón, la intriga, los falsos positivos, la corrupción, la demagogia, los carruseles de contrataciones, la inversión a la guerra, el crecimiento de la delincuencia, la educación olvidada, la salud enferma, lo social desprotegido; se tuvo el pasado 27 de mayo la oportunidad de escribir una nueva historia en la política de nuestro país, solo que como resulta en la mayoría de las veces, no dejamos de ser unos ignorantes criticones, seguimos dando de comer a la impotencia de no saber elegir, seguimos bebiendo el mismo licor en compañía de los extremos que desangran este país, seguimos siendo los borregos que nunca aprendieron a leer, ni a escuchar y mucho menos a ser.

La Colombia libre, de sueños, trabajadora, educada, humanizadora, humanizante, honesta, firme, decidida, emprendedora, romántica, lógica, transformadora, incluyente, social, culta, ganadora y progresista, se esfumó como el agua entre los dedos el pasado 27 de mayo cuando no decidimos bien, cuando hemos dejado que los extremos sigan su curso destructor azotando y acabando éste país de oro, cuando decidimos que las voces arrieras y gallardas fueran silenciadas una vez más por la suprema ignorancia de quienes no dejan de pararse en una esquina a despotricar siendo solo verbo pasivo y pueril.

Hoy nos encontramos en un limbo, nos sacude la duda: ¿cuál de los dos extremos es el menos malo para el bien del país? Y esa es la pregunta que nos debemos hacer, porque lo que nos quedó después de la primera vuelta en las elecciones presidenciales fueron los extremos y si aplicamos lo que siempre se nos ha dicho: “los extremos son malos”, no podemos entonces ahora decir que uno de los extremos va a ser el bueno, porque esa sería la peor afirmación en estos momentos.

El próximo 17 de junio iremos una vez más a las urnas y estaremos decidiendo con nuestro voto al candidato cuyas propuestas sean las menos torpes, las menos engañosas, las menos manipuladoras, las que menos atropellen al pueblo colombiano, porque aunque muchas de las ideas planteadas por los “honorables” candidatos sean fútiles, habrán algunas que serán las menos puñaleras y el elegido, será nuestro presidente número cinco del siglo XXI.

Dos candidatos, tres opciones (porque el voto en blanco es una opción, y aunque no incida en la votación, ya que no cuenta, si servirá de termómetro para saber qué cantidad de colombianos no estuvimos de acuerdo con la opción uno o con la opción dos) y millones de colombianos decidiendo por una Colombia en paz, una Colombia transitable, una Colombia trabajadora, una Colombia progresista, una Colombia con esperanza (que se ha marchitado al saber el nombre de los dos finalistas).

Queda en manos de los colombianos tomar la mejor decisión, votar esta vez de manera inteligente (ya que no lo hicimos en la primera vuelta), elegir al de las ideas menos irreales, elegir el extremo menos dañino, votar por el que de verdad sea un garante para: la protección del medio ambiente, la gratuidad escolar y de calidad, tener unos maestros bien pagos,  exterminar la desigualdad, acabar con la corrupción, sacar adelante a la Colombia en paz que tanto necesitamos, el fortalecimiento de las Instituciones y el posicionamiento de Colombia ante el mundo como una de las mejores naciones.

No es de negar que ya existen votos asegurados, los de aquellos que tienen “amarrado” su voto por un color o una ideología sin saber si el candidato es idóneo o no, los de aquellos que seguirán la “voz” de la tradición, los de aquellos que lo cedieron por un favor, los de aquellos que le pusieron precio a la conciencia ciudadana, los de aquellos que nos les importa si el país sigue sin brújula o los de aquellos que nos les importa que el país se siga desangrando, volviéndose un papis arrugado y sin identidad.

Y aquellos que no tienen nada seguro aún, los exhorto a leer las propuestas, a que elijan al menos malo de los dos (si se deciden por uno de los dos) o a que elijan (así no sea relevante el voto) por la opción del voto en blanco. Así, si gana el voto en blanco en la urnas, dejaremos una constancia en la historia de que si mañana éste país se estanca o retrocede, quedará en nuestra conciencia que no fuimos parte de los ignorantes que llevó nuestro país al abismo, así nos duela por patriotismo.

Sea cual sea nuestra decisión y nuestra inclinación en las urnas, es un deber ciudadano (y hasta podría decir, una obligación) salir a votar el próximo domingo 17 de junio, para que así tengamos todo el derecho a exigir que quien vaya a gobernar, lo haga con el firme convencimiento de que es un colombiano al que le duele la patria y que la quiere ver progresar, y que si no lo hace, nos llenemos de valor y salgamos a exigir su renuncia al cargo para el que fue elegido.

Y recuerda: “si no es el uno y si no es el dos, el voto en blanco es tu opción”


Gustavo Gómez Reyes

(Roxanne)