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domingo, 10 de agosto de 2014

ESCRITO DOS (2)

Debió de ser una vez más aquella noche, pero no fue así, la torpe sensación de verme frente a su rostro taciturno y plegado de noticias infernales producto de los residuos de la guerra, dejaron para otra ocasión los abrazos y los besos que había guardado.

Un letrero en la pared del edifico era la señal de entrada, un balón que se paseó por el pasillo del cuarto piso acusaba la presencia de menores, un silbato en el cuarto 203, aseguraba que el presidente estaba en la televisión anunciando un nuevo impuesto.

Me dijo ayer que no era el momento para empezar, que el vómito de la madrugada era solo producto de la cerveza que se había tomado sin haber comido, que las luces de colores no eran el anuncio de unos visitantes de otro planeta.

Mis dientes chirrearon toda la noche, la silla de la sala esperó que viniera la soledad y le acompañara, el vaso sobre la mesa con las gotas de vino aun deslizándose, era el fiel testigo de cómo los recuerdos se colaban por la puerta.

Un lápiz y un papel se buscaron incesantes toda la tarde, una nariz estrenaba figura y unos ojos cansados, añoraban esos días donde a las seis en punto, una sábana le invitaba a que se cerraran, milagros eran los sucesos de la misa que el Padre José celebró ese Jueves.

-         -  No corran, no corran, ya llegó el muerto, gritaba desde su puerta doña Isabel.

Todo el pueblo estaba inquieto por la llegada de don Jeremías, que había salido desde el Viernes en horas de la mañana y hoy domingo después de los anuncios en la televisora, ha aparecido de nuevo, con la ropa bien planchada y oliendo a perfume de rosas de jardín húmedo.

La cena seguía caliente, el té de la cinco tendrá que aguardar hasta mañana, las medias en la ventana y la camisa en el tendedero, son la muestra que el desorden de Miguel no era cuento de ayer, las voces del sepulturero y  el pandebono recién salido del horno, eran lo fresco del día.

Una camándula colgaba encima de la cama de los esposos Rodríguez, una niña que sentada en la cama procuraba que la tía Clementina no se demorara para contar la historia, el perro de don Carlos vuelve a ladrar, mientras en la radio suena una canción de Gardel.

Unas gotas de lluvia hacen su visita, las hojas secas del patio de la casa cural agradecen al Altísimo, el silencio se apodera por un momento del cuarto de los Rodríguez y en la escalera, una escena de novela se pinta como inicio de una noche de vals: un – dos, un – dos – tres.

La tomé de la mano, sentí que mi corazón se aceleró en quinta, la rosa que había cortado ayer, ya no tenía pétalos, el poema escrito para la primera vez, ya tenía matices, hojas de color amarillento, tinta corrida y palabras desvocalizadas.


Sumaré los minutos que en otrora resté a los días donde no descansé, para que hoy que deseo estar contigo, lleguen las mieles del deseo cargadas de besos y caricias y así, con la juventud que me queda, sentir que mañana no es tarde.

Roxanne

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