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lunes, 2 de noviembre de 2015

EL "NO"



¿Siempre dice ´no´? Ahora entiendo por qué se la ve tan triste. Ha dejado instalar en su interior el ´no´, 
y la sombra de esa palabra es alargada. Destiérrela de una vez por todas o acabará paralizándola” 
ngela BecerraElla, que todo lo tuvo)


La madre de un niño de poco más de dos años que todavía no habla, me respondió –cuando me mostré sorprendido porque su pequeño manejaba bien el no y silenciaba totalmente el si- que quizás ello se debía al hecho de escuchar casi permanentemente el “no” en boca de los mayores, cuando se dirigían a él. “No te acerques a eso…”, “¡¡no lo toques!!..”, “Noooo” expresado en distintas variantes y a diferentes niveles de voz… y creo que tenía razón.
No es habitual que nos dirijamos, sobre todo a los niños, instándolos a proseguir con lo que están haciendo con un efusivo “Siiiiii”, y en cambio los dejamos hacer simplemente en silencio, o a la sumo acompañándoles con una sonrisa, pero es difícil equiparar nuestras afirmaciones a las permanentes negaciones que nos van escuchando decir.
Y esta idea, que parece ser la correcta para explicar esa diferencia en el lenguaje, me permitió seguir pensando que en realidad, aquella costumbre tan nuestra, tiene aun mayores implicancias, al punto de poder llegar a condicionar muchas de las futuras conductas de esos niños, como con toda seguridad ha venido condicionando las nuestras.
Ello así porque pienso que en esa forma de educar, en el “no”, se encuentra el germen del temor a equivocarse, a no agradar, a no hacer lo que tenemos ganas o como tenemos ganas de hacerlo, en definitiva, nos quita la libertad.
Es cierto que la falta de confianza en uno pueden tener otros orígenes, vale decir que no se generan por aquella única causa, pero la falta de espontaneidad al momento de actuar bien puede provenir en muchos casos de aquellos famosos “no” de nuestra lejana infancia, que aun de mayores siguen condicionando nuestros deseos e intenciones más genuinos.


Es más, cuando finalmente resolvemos igualmente transgredir lo que está “mandado hacer”, o el “como debe hacerse”, aparece casi automáticamente la noción de culpa, en forma más o menos grave, lo cual le quita a nuestro proceder parte de la alegría o del placer, y si bien en este caso tampoco puede hablarse de una sola causa, aquellas negativas de la infancia sin duda que nos siguen presionando.
De ahí que sea por lo menos sorprendente que de un pequeño gesto, que es hasta de resguardo hacia los niños, pueda derivarse una consecuencia tan negativa, pero pensemos por un momento si esto no es así. Y, en todo caso, si no convendría que al dirigirnos a los niños utilizáramos alguna expresión menos terminante, y sobre todo si no convendría alentar el uso de afirmaciones por sobre las negaciones, o junto a estas, vale decir, utilizar para con los niños expresiones que además de resguardarlos, siembren en ellos la idea de comenzar a conducirse, sobre todo, sin temores.
En cuanto a los mayores, la invitación es a reflexionar sobre esos condicionamientos que muchas veces limitan o restringen nuestro proceder, analizando si son propios y por ende voluntariamente aceptados, o son resabios de lejanas negativas paternales o inclusive de temores insuflados con ligereza sobre mentes infantiles incapaces de discernirlos (el Cuco….el viejo de la bolsa….el señor que es malo!… o hasta el abuelo, que se enoja). Creo que ganaríamos en libertad.

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